miércoles, 8 de julio de 2009

La ciudad no es para mi


Vengo de dar una pequeña vuelta por los alrededores de Samil.
Hasta ahora no me había decidido a adentrarme al barrio que queda al otro lado de la playa, hacia el interior.
Tras la primera linea de casas a pie de playa se abre un mundo misterioso más allá de la zona de turismo, sol y playa.
Las calles se confunden con pequeñas carreteritas de anchura mínima, las huertas se mezclan con las casas de piedra y entre medias te puedes encontrar con algún que otro prado con hierba recién segada.
El silencio es absoluto, sólo perturbado por algún perro que ladra detrás de alguna puerta, más sorprendido quizás de verte a tí que de amenazar con su presencia.
De vez en cuando te encuentras a una mujer que está sacando unas cosillas de la huerta, principalmente cultivadas de berzas, patatas, algún árbol frutal y alguna que otra parra.

Las casas son desiguales, unas de piedra, otras de ladrillo, una de un color, otro de otro, una de dos plantas, otras de una. Las calles estrechas se van adentrando en el interior sin ningún orden ni planificación, haciendo dudar de qué fue lo que existió primero, si las calles y caminos o las casas y construcciones.
Encuentro también un Instituto y a su vera un colegio, seguro que cerca anda alguna guardería.
No encuentro bares ni comercios.

Sorprendentemente no veo ningún cartel de Se vende o alquila, se nota que es zona que no se construyó al calor de alguna especulación urbanística o de alguna recalificación masiva.

Se respira tranquilidad, ambiente de pueblo y lugar de paz, aunque ya sabemos que tras la calma siempre hay alguna tempestad aguardando y seguro que entre los vecinos se llevan mal, hay disputas por las lindes o por el ruido que hace el perro por las noches.
Es lo que tienen las casas unifamiliares, que estarán solos, pero no aislados, y no les queda otra que convivir con los vecinos, aunque sean vecinos de calle y no de portal.

Pero no todo es tan bucólico, a lo lejos se ven los primeros bloques en construcción, barrios nuevos que poco a poco van invadiendo esas zonas rurales, acabando con los espacios verdes que quedan alrededor de Vigo. Acabando con su historia.


Tanta huerta, tanto campo y tanta naturaleza dispara los niveles de polem y todavía deben de ser muy altos porque he llegado a casa con los ojos todos rojos, con bastante picores y con mucha mucha moquera...... o estoy resfriado, o es la alergia o es la fiebre del pollo...

2 comentarios:

  1. O a lo mejor las tres cosas juntas, aunque esperemos que no :-)

    A veces esos "paisajes rurales" como los que describes son los que dan vida a una zona. Al fin y al cabo son los que recuerdas cuando te marchas.

    Nadie recuerda las grúas y los ojos de cristal de los edificios.

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  2. Cuando tengas tiempo coje el coche por la carretera de camposancos, se ven unos paisajes casi de paraiso mirando las Cies, vas a PATOS que es muy tranquilo, y un poco mas concurrido en verano, luego subes a Monteferro y miras el atlantico desde el parador, o bien antes del parador, puedes mirar de frente la playa de patos y a tu norte y al fondo el puente Rande...saludos

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